miércoles, 18 de noviembre de 2009

There are more things in heaven and earth, Horatio, Than are dreamt of in your philosophy.

Esta célebre frase de La Tragedia del Príncipe Hamlet, de William Shakespeare, la estoy recordando últimamente, aunque me agrada más la disertación de “ser o no ser, esa es la cuestión”. Recientemente la leí en el Péndulo de Foucalt. Pero se me hizo más evidente después de haberla oído mientras veía mi serie favorita “The Big Bang Theory”. En una escena, el Dr. Sheldon Lee Cooper se la dice a su compañero de cuarto, Dr. Leonard Simeon Leakey Hofstadter. Esta serie norteamericana refleja los gustos y aficiones de un grupo de amigos completamente "nerds" o "raros", con niveles de inteligencia intelectual elevados pero con experiencias emocionales y de interacción social mínimas. Fuera de las contradicciones propias de una comedia, la serie es inteligente en sus diálogos, hace constante referencia a las interacciones que se dan entre los diferentes grupos sociales en la sociedad norteamericana, pero sobre todo aborda mucho el uso de la tecnología y los temas científicos. Leonard y Sheldon son físicos teóricos. Lo que hacen trabajar son sus neuronas. Sus diálogos emplean referencias programas de televisión de ciencia ficción a películas del mismo estilo pero sobre todo, al lenguaje que existe entre gente que conoce de aspectos científicos. Este tipo de estudios de ciencia como la física teórica y la ciencia básica son muy apoyados en los EU y Europa. Y el motivo de ese apoyo no es una cuestión menor. A partir de las ideas que un físico o un científico generan o demuestran, es posible crear tecnología. Se pueden encontrar fuentes alternas de energía. Se generan computadoras más veloces y con mayor capacidad de almacenamiento. Se puede calentar nuestros alimentos en un microondas. O se puede destruir a dos poblaciones japonesas a un bajo costo (esto último es un riesgo siempre latente con los que debemos contender). Esta reflexión me sirve para hablar un poco sobre lo que es la educación en nuestro país. Este año fui invitado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) a una charla sobre las líneas de investigación que estén vinculando a las industrias con la academia. Algo que es muy común en otros países, aquí es novedad. Una de las revelaciones que me sorprendió fue que somos un país exportador. Somos de los países que venden mayor cantidad de toneladas de productos ¿se oye muy bien, no? Pues no es así. En dólares, vendemos muy barato. Y esto es porqué nuestro productos de exportación no tienen un valor agregado. Vendemos algodón, aguacate, caña de azúcar, cemento, minerales, etc. Y compramos ropa, comida enlatada, etanol y papel, construcciones prefabricadas o computadoras. Todo a un precio mayor en comparación con los países que tienen la patente. Y sobre todo, la tecnología para llevar a la manufactura de esos productos. ¿Qué nos hace diferentes a nosotros los mexicanos de un norteamericano, un alemán, un chileno o un coreano? ¿Cuáles fueron los cambios que se generaron en esos países que permitieron crear alta tecnología? EDUCACIÓN. Pero en un país como el nuestro, donde el sistema político trata de mantener las prerrogativas de compra de votos corporativos, que ha generado sindicatos de profesores políticamente poderosos pero pedagógicamente débiles, en un país en el que la prioridad es fortalecer los programas de asistencia social para poder comprar votos a cambio de playeras, gorras o balones de futbol, y donde es mejor reducir el presupuesto a educación para cubrir esos apoyos sociales…. ¿Cómo podemos revertir esto? Nuevamente, con EDUCACION. No dar pescado, pero si enseñar a pescar. Y esta educación puede empezar desde el hogar, involucrarnos en ver qué les enseñan, qué les inculcan en la escuela a nuestros hijos. Enseñarles a disfrutar su educación y estar al tanto de que es lo que a ellos les gusta para fomentarles a aprender nuevas cosas que realemnte les interese. Involucrados en esto, será más fácil exigir a sus profesores que lleven a cabo su deber pedagógico. Y sumando esos pequeños cambios en nosotros creo que será posible lograr revoluciones estructurales educativas de gran impacto. Tal vez suena utópico, pero vale la pena intentarlo. Y quizás, solo quizás, el día de mañana exportaremos miligramos de producto a precio de oro, dejaremos de ser dependientes de los precios del petróleo, si es que aun es extraído con algún fin, o podemos tener una comedia de televisión inteligente donde dos estudiantes mexicanos hagan chistes y referencias a Shakespeare o mejor aún, a José Emilio Pacheco, Jaime Sabines o un novel escritor que esté revolucionando la literatura mexicana….¡Bazinga!

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